ARQUITECTURA CRITICA

Elevados valores de resistencia al viento, búsqueda de efectos especiales claroscuros y de una configuración "ligera" caracterizan este edificio situado en la zona del puerto de Valencia.
La principal protagonista es la piel: una singular combinación de velas que se encuentran y se agregan sobre una estructura de aluminio. La sencillez del estilo, junto al estudio de los materiales se une además al espíritu del grupo Prada, cliente del proyecto.
En su desarrollo de 3 niveles, el edificio muestra, de hecho, su fuerte personalidad, hecha de elecciones precisas tanto en las formas y en el diseño, como en las soluciones tecnológicas. La planta baja tiene una superficie de más de 2.000 metros cuadrados y alberga el taller y el depósito para los árboles y las velas, con una columna vertical a toda altura expresamente estudiada para el lavado de las velas.
Las otras dos plantas están destinadas en cambio a las oficinas (la primera) y a los servicios de restauración, recepción y gimnasio para el equipo (la segunda).
En la parte superior del edificio una gran terraza ofrece una vista panorámica sobre la dársena.

Visto el especial destino de empleo y la proximidad al mar, ha sido necesario hacer que el edificio fuera especialmente resistente e indeformable al viento y al agua, lo mismo que las velas. El sistema de fachada está constituido por paneles que, preensamblados en obra, han sido montados en cuarenta días de trabajo. Para mejorar las prestaciones técnicas, sobre todo en términos de rigidez, la envoltura ha sido unida a un panel de policarbonato; además se han utilizado guarniciones especiales para garantizar el cierre estanco al agua y al viento.

El resultado es un auténtico patchwork, un collage de elementos utilizados en el Luna Rossa en los pasados años, cortados y reensamblados sobre una serie de bastidores que, unidos, crean la pared. Los paneles son 485; en total han sido utilizadas 50 velas: 12 velas mayores y 38 foques, para una superficie total exterior de 3.100 metros cuadrados.
El aspecto del edificio durante las horas nocturnas es muy sugestivo, cuando el efecto opaco de la fachada desaparece, porque la iluminación del interior devuelve al exterior el perfil de la estructura. De día es sobre todo la transparencia de las fibras de kevlar la que permite a la luz natural penetrar en los espacios interiores.
Cuando en febrero Renzo Piano visitó la base de Luna Rossa, escribió una frase en una pared exterior, junto al hangar: "chi nu se straggia ninte!" que en genovés significa "¡aquí no se desperdicia nada!", precisamente para explicar la idea de la reutilización de las velas como fondos y paredes de este sugestivo patchwork.