ARQUITECTURA CRITICA

Proyectos, Obras y Documentos de Arquitectura Contemporánea

Cada día encuentro más semejanzas entre la cocina y la arquitectura. De hecho, no soy el único que piensa así. Recomiendo el libro “What architects cook-up?”.

Existen diferentes tipos de cocina que se podrían dividir en tres grupos: Primero la cocina de “diario”, aquella que nos han enseñado nuestras madres y abuelas, y que todos en menor o mayor medida somos capaces de hacer. Después estaría la cocina de fiestas y celebraciones especiales, donde se utilizan productos más exclusivos y se hacen platos más elaborados. En tercer lugar colocaríamos la llamada “cocina de autor”, con materia prima de primerísima calidad y platos muy elaborados a los que se llega a partir de un largo proceso de reflexión e investigación.

Cocineros como Ferrán Adrià o Arzak han sido capaces, cada uno con su estilo propio, de convencer al público en general de las virtudes de la llamada “cocina de autor”. La gente ha asimilado rápidamente que una cosa es la que se hace entre los fogones de sus casas y otra bien distinta son las creaciones hechas a través de la re-interpretación e investigación. Además se ha logrado que el público acepte de buen grado entrar a ese juego propuesto y sobre todo, pagar por ello. Porque, no nos engañemos, los alimentos utilizados son muy parecidos a los que podemos encontrar en muchas de nuestras neveras, pero la diferencia es el intenso proceso intelectual que lleva al resultado final. Eso es realmente lo que se paga y encarece el producto.

Muchos arquitectos nos quejamos de la poca valoración que tiene hoy en día el trabajo que desempeñamos. En la arquitectura existe últimamente la sensación de que todo el mundo “entiende”. Cualquiera es capaz de diseñar un plano de mejor o peor manera que incluya perfectamente su bonita cocina con electrodomésticos, sus dos habitaciones muy luminosas con  armarios empotrados y su salón con un gran televisor de plasma.

El problema principal es que a los arquitectos nos falta comunicación. Estamos empeñados en comunicarnos exclusivamente con nuestro mundillo profesional, bien a través de revistas especializadas como El Croquis, A+T o AV; bien a través de premios sin ningún eco a nivel popular, o a través de charlas y seminarios enfocados exclusivamente a arquitectos o a estudiantes de arquitectura.  Se deja totalmente de lado al público en general.

Tenemos todavía mucho que  aprender del movimiento moderno, y no precisamente por la revolución en los métodos constructivos. Los arquitectos de aquella época, al igual que pasa hoy en día con Ferrán Adrià y compañía, sabían vender muy bien su producto. En los años 50 y 60 Frank Lloyd Wright o Le Corbusier eran auténticos personajes mediáticos y no era extraño ver a Frank Lloyd Wright en programas punteros de la televisión americana como “What’s my line’”. Estos arquitectos estaban en boca de todos. La gente les respetaba, y ellos contribuían a hacer entender a la opinión pública que la arquitectura de autor necesita mucho esfuerzo, un esfuerzo que claro está, se paga.

Si no se es capaz de entender esto, es mejor darse la vuelta y cocinarse un huevo frito con patatas. Que por cierto, está buenísimo, pero no será una nueva experiencia vital que te marcará de por vida. Y no lo olvidemos, un huevo frito te da de comer para unas cuantas horas. Tu casa debe durar varias generaciones.

Autor: Carlos Muriel - Colaborador de Arquitectura Crítica
Fuente: http://arquitecturaparaelpublico.blogspot.co.uk



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