ARQUITECTURA CRITICA

Proyectos, Obras y Documentos de Arquitectura Contemporánea

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Una gota de sudor baja despacio por su mejilla, de ser maistro a velador hay  un solo paso, si se cuenta con suerte. La edad lo dicta así y cuando el cuerpo no puede más la paga tampoco continúa. Entonces llega el tiempo de jugársela, cuidando algo que no te pertenece. Pero que se convierte en hogar, arriesgando los pocos años que te quedan después de haber desgastado el físico en faenas tan duras como inacabables.

Rutina que ahora le parecería placentera, puesto que la paga alcanzaba para cerveza y mantener a la familia. Tenía su chiste, las burlas y bromas tocaban desde el aspecto hasta la forma de hablar, o algún detalle que de insignificante se volvía inmenso, con el apodo, que era una nueva fe de bautizo.

Su mirada vaga, debido a la elevada temperatura parece recuerda esos tiempos, desde su silla de hule dándole la cara al sol. Su aprendizaje fue lento, no se llevaba bien con su primer residente, que lo forzaba a las más dificultosas tareas. Seguramente  aún recuerda al Arq. Piña. Era tan solo unos años mayor que él, pero con un papel que hacia su sueldo una fortuna para el entonces aprendiz con tan solo 18 años de edad y una novia embarazada.

Sin embargo todo cambio con la llegada el Inge Gorostiza como él lo llamaba con un  profundo respeto en su voz cada que lo mencionaba, tal vez porque ese sí que hizo cambios, corrió a los flojos y enderezo la nave, hizo purga, según lo comentaban los demás con nerviosismo de no hacer su trabajo bien.. Y Piñita, pues Piñita se inclinaba a la altura de los zapatos del Inge. La falta de callo y carácter, no de conocimientos, en su modo de ver la vida, ya con algo de experiencia entonces. Fue  cuando ya empezaba a subir peldaños, si así se le puede llamar en el campo de los trabajadores de la construcción.

Época de su vida cuando realmente adquirió experiencia. Como se debe: haciendo las cosas. Incluso pudo fincar por sí mismo su casa. En obra negra duro esta tres años, pero el sueldo se iba en la nueva criatura, hasta los humildes aspiran lo mejor para sus hijos pensaba.
 También  aprendió que hay que comer bien aunque sea comida de pobre, para poder rendir todo el día. Nunca inhalo, con su cerveza era más que suficiente, además del lonche abundante que amorosamente le preparaba su mujer.

Tal vez han pasado muchos años pero aún recuerda cómo se fue cada año,  sobre todo la primera vez que se atrevió a corregir a un arquitecto, el primer trabajo que le encargaron y su primera obra como maistro.
Lo saca de su marasmo el nuevo arquitecto que llega y le pregunta cómo va todo, y si estuvo tranquila la noche. Sin fijarse mucho en él, claro está. Pues es su puesto el que le obliga a hacer esas preguntas y aparentar algo de interés. Entonces fue cuando realizo le señalo: oiga arquitecto pues me da pena, pero me fije que la casa tiene unos pocos centímetros descuadrados, que caray que ya está terminada.

Autor: Emanuel Huerta - Colaborador de Arquitectura Crítica
ehuerta17@hotmail.com
@HuertaHr



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