ARQUITECTURA CRITICA

Proyectos, Obras y Documentos de Arquitectura Contemporánea

Arquitecto, (1975) Universidad de Chile. En 1984 funda junto a Mariana Sabbagh la oficina Sabbagh Arquitectos, desarrollando una extensa variedad de proyectos en las áreas industrial, comercial, habitacional, oficinas y servicios. Desde 1994 es profesor en la FAU de la Universidad de Chile, cuyos alumnos han obtenido varios premios en concursos nacionales e internacionales. En 2000 obtiene el premio a la excelencia otorgado por ILAFA (Instituto Latinoamericano del Fierro y del Acero). En 2001 obtiene el premio Fermín Vivaceta por los aportes y propuestas tecnológicas de su obra. Premio Nacional de Arquitectura de Chile 2002. Presidente Nacional del Colegio de Arquitectos de Chile, 2005-2006.

I.M: Para comenzar nos gustaría saber cómo se constituye tu estudio. J.S: Nosotros en el estudio somos más o menos 30 personas: 25 arquitectos y el resto administrativos. Estamos organizados en una estructura de talleres como en la universidad. Y hay 4 talleres a cargo de un arquitecto y nosotros los socios que trabajamos en los distintos talleres. Es una oficina abierta. Todo interconectado: escritorios, mesas de trabajo, computadores, trabajamos en grupo y colgamos. Corregimos como en la universidad. Está lleno de papeles pegados, maquetas por todos lados.  I.M: ¿Cómo empezás el encargo?

J.S: El tema es que hay que entender el problema. Cuando uno entiende, las soluciones son fáciles. La gran dificultad es que la gente no entiende los problemas, no entiende las preguntas y ése es el problema: dan respuestas sin entenderlo. ¿Cuál es la tragedia de los expertos? Es que saben mucho. Nunca se preguntan, siempre tienen la respuesta lista y por eso se equivocan ¿Has visto algún economista rico? Siempre dicen después por qué fueron las crisis. ¿Por qué no saben antes? O los tipos que hacen pronósticos deportivos… no entienden el tema.  ¿Qué hacemos los arquitectos? Nuestra gran fortaleza es que no sabemos nada, porque somos ignorantes. Sabemos algo de técnica, un poquito de economía, un poquito de historia, algo de dibujo… Entonces estamos obligados a entender el problema y cuando uno lo entiende, lo sitúa en su verdadera realidad y si requiere a un experto del tema y se lo contrata. ¿Para qué saber ingeniería? Cuando entendí contrato un ingeniero que resuelva el problema de ingeniería y yo tengo que dedicarme a hacer una síntesis de lo que sí puedo resolver.

I.M: ¿Cómo es la relación con las tecnologías del arquitecto latinoamericano donde la tecnología no es la misma de la Unión Europea o no tenemos asesoramiento sobre las tecnologías…?

J.S: En nuestra profesión uno opta. Uno puede quedarse con lo que hay, y construir con lo que hay que se hace muy bien: trabajar con hormigones, con ladrillo, con madera… En Latinoamérica te encuentras tú no solamente tecnología sino gente que te apoya en la construcción y lo hace muy bien.   El problema es cuando uno intenta de incorporar cosas nuevas, no con el ánimo de experimentar por el solo hecho de experimentar, o querer ponerse contra el mundo cuando no tenemos posibilidades, sino porque uno ve en los materiales nuevos posibilidades para mejorar la calidad de vida de los espacios que uno hace. Por ejemplo, a nosotros lo que nos sobra en Latinoamérica, son los paisajes increíbles. Tenemos paisajes distintos y todos son maravillosos. Y al mismo tiempo el clima nuestro es un clima apto para usar los exteriores y se pueden usar todo el año. Incluso en las zonas extremas como Ushuaia o Punta Arenas también puedes salir una buena parte del día. No son tan terribles los fríos. Entonces el vidrio es un material que posibilita la conquista de los espacios exteriores y tú dices: lo uso.   Lo mismo pasa con otras tecnologías, como el acero. El acero es usado en nuestros países como material de complemento, para hacer más resistente el hormigón, para hacer una escalera, pero no es protagonista de la arquitectura. Entonces uno dice hoy existen aceros especiales, existen formas distintas y entonces ¿por qué no hacemos una propuesta donde el acero sea protagonista? Tampoco con el ánimo de copiarles a los europeos y porque yo quiero ser moderno, sino por necesidades reales.  En Latinoamérica la industria pasó por el desafío de la reconversión económica. Cuando se cambia la economía, los países empiezan a producir no solamente para satisfacer a sus habitantes sino para exportar. Al mismo tiempo se liberan las trabas que existen sobre la forma de producción. Y eso produce un fenómeno impresionante y es que las industrias empiezan a reconvertirse rápidamente y en un mundo tan competitivo, con tantas oportunidades resulta que tú haces una industria que produce zapatos y a los cinco años después hace chaquetas y después hace sombreros. Las máquinas sirven para muchas cosas. Bueno, nosotros dijimos aquí lo que hay que hacer es un contenedor porque no es posible hacer una industria asociada a lo que produce, porque no es real. Hay que hacer una industria con una flexibilidad gigantesca.  El tipo que está adentro operando la máquina, sus padres son obreros, aprendió a leer a duras penas y opera una máquina digital que vale 1 millón de dólares. ¿Cómo le entregas el espacio que dignifique a la persona? Y por lo tanto aparece una componente nueva y es la necesidad de mejorar la calidad de los espacios donde la gente trabaja y hay una mayor responsabilidad.  El acero permitió hacer esas cosas, salvar grandes luces, sin poner pilares al medio, hace estructuras livianísimas, flexibles a morirse porque que se puede cambiar la máquina y al mismo tiempo hacerlos baratos.  Entonces la investigación de los materiales de nuestros países siempre tiene que estar orientada a una utilidad, a ser útiles para nuestros países. No con el ánimo de parecerse a Ghery o a Foster. Los edificios que hace Foster son impensables en América Latina por su presupuesto y porque llegan a sofisticaciones que parecen ridículas.  La célula fotovoltaica, todo el mundo sabe, es una tecnología que está en pañales, que cuesta 3 veces más producir electricidad por esa vía que por un sistema más convencional y nuestros países no son tan demandantes de energía, para que meterle células fotovoltaicas. ¿No es más fácil meter luz adentro y calentarse con el solcito y meter una ventanita? Entonces es lo que nosotros hemos intentado hacer y siempre investigando y buscando nuevos materiales, pero tomados de la mano con la situación del país.

I.M: ¿Cómo considerás la posibilidad de actuar en distintas instituciones, la Universidad, el Colegio de Arquitectos…

J.S: En Chile es especialmente duro porque el Colegio no tiene poder alguno. No tiene control sobre la ética, no tiene control sobre los contratos, ni para ejercer. Es de adscripción voluntaria y eso lo hace más duro, todo es voluntario. No todos están ahí por intereses gremiales, y muchos están ahí por intereses personales o políticos. Entonces chocó con mi realidad.  Pero tuve que hacerlo por un tema... La arquitectura es una profesión vocacional, como ser médico o maestro. Sirve para ganarse la vida pero si no tienes vocación para ser arquitecto no puedes ser arquitecto porque la arquitectura es de las profesiones más dolorosas que existen.  Es dolorosa porque haces algo que no es para ti. Es como tener un hijo que el padre es otro. Tú siempre trabajas para alguien pero como esto nace de un proyecto creativo tienes una relación filial con la obra. Entonces duele…

Segundo es que la arquitectura no tiene término, sino que hay que terminarla y siempre hay nuevas ideas. Cuando tú la terminas y la ves construida le encuentras un millón de cosas. Yo lo graficaba con una frase “los arquitectos estamos condenados a ser infelices”. Es un placer interrumpido. Entonces cuesta mucho hacer arquitectura.  Pero por otro lado tiene una fuerza interior impresionante y tiene además un objetivo que es lo más sublime que puede tener una profesión que es trabajar en donde trascurre la vida de la gente. Y eso implica una responsabilidad gigantesca, porque uno posibilita que la gente sea feliz, si uno le dota de los espacios adecuados. En las manos de uno está el respeto a la naturaleza, el que la familia se desenvuelva bien, en que la gente tenga espacios dignos, que se sienta persona. Junto al rol vocacional, tiene un rol social. Entonces los arquitectos no podemos quedarnos en nuestras casas y con las manos en los bolsillos. Tenemos el deber de juntarnos, de intercambiar y luchar por una causa que nos es común. 

Entrevista realizada en el marco del SISTECCER, VI Congreso de Sistemas y Tecnologías de Cerramientos de Edificios.

Autor: Inés Moisset
Para ampliar la información consultar en 30-60 N23- Envolventes
Colección: 30-60 cuaderno latinoamericano de arquitectura
Editorial: Editorial I+P, Córdoba, Argentina.



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