ARQUITECTURA CRITICA

Proyectos, Obras y Documentos de Arquitectura Contemporánea

Personalice un sitio, pregúntele que quiere ser. Todos dicen algo particular, pero también algo en común, los sitios admiten infinidad de intervenciones diseñadas, pero no caprichos. Toda intervención proyectual remodela un contexto preexistente.

Numerosas veces me han preguntado “¿cuál es tu estilo?”. Mas allá de una respuesta quizás poco comprometida o de mostrar una actitud soberbia, siempre he respondido lo mismo: No tengo estilo y pienso que no debería tenerlo, menos aun antes de haber concretado obras. ¿Por qué esta respuesta? Por un lado reconocer un estilo propio más allá de cuestiones particulares, caprichosas o no, debería referirse posterior a una consagración mínima de “creaciones” o “reproducciones” (la arquitectura no debe ser innovación por dogma egocéntrico) donde el análisis y crítica puedan ser concebidos desde cierta distancia, lo suficiente como para reconocerla objetivamente, por lo menos a una separación temporal un poco más lejana que lo que nuestra nariz puede tocar; por otro lado y más allá de situaciones globales devenidas del capitalismo salvaje y los masivos medios de comunicación, que terminan diluyendo los verdaderos diálogos, muy difícil es determinar por propia naturaleza situaciones semejantes en sitios tan diversos y distantes. La idea de contexto está implícita en la afirmación, sitio y situación para un sector, región, ¿lugar?

La mejor referencia es el pasado. Evolucionamos en muchos aspectos, fundamentalmente a mi humilde entender en el razonamiento, pero hay conductas generales que parecieran ser cíclicas, de repetición. Sin necesidad de ahondar demasiado en la historia, es evidente que antes de la industrialización y la masividad de los medios de transporte de costo relativamente barato y de comunicación sin fronteras, nadie cuestionaba la eficacia y perdurabilidad de las arquitecturas regionales, de las obras vernáculas. Incluso, la post inmigración europea en Latinoamérica hizo que se dieran muchos casos de impostación tipológicas y técnicas, pero con una coherente readaptación a los medios naturales.

Dos cuestiones parecen desprenderse pero desde un mismo origen, del que tengo pleno convencimiento, reiterando que ésta es una opinión personal desde quizás mi necia ignorancia o mi corta experiencia: la trascendencia como creador del diseñador y el “destacamento” de una persona, grupo, familia (habitante). El ego es parte de nuestra naturaleza al menos en este tiempo, es el centro de nuestro comportamiento, somos egocéntricos, egoístas. ¿O acaso no repetimos: debo estar bien conmigo mismo para poder estar bien con el resto? Primero yo, los míos y lo mío, luego los demás. Se cae en la paradoja que por moda e intención de individualización y reconocimiento se copia lo “mejor, lo vigente, lo vanguardista, lo que los preceptos de belleza dictan“en tiempos de confusos y variados conceptos acerca de esto último. Mirar demasiado hacia adentro nos separa del resto, pero mirar por encima también. En las ciudades o urbanizaciones este comportamiento de lo individual como centro de la escena se reproduce tanto como la población humana.

En este punto de mi texto los actores parecen mezclarse en las mismas frases pero no es producto de la redacción azarosa. Vivir en conjunto y a veces amontonados no es vivir en sociedad, no es el sentido de la coexistencia y el compartir el espacio urbano.

“[…] En la sociedad de mercado, no diferenciarse es morir, a la corta o a la larga. El “desarrollo” es sólo la misión aparente, la publicitada, de la innovación; su misión real es la conquista del mercado. Y la arquitectura no se exime de esta expresión. Allí donde haya una exigencia de notoriedad pública, el programa arquitectónico transferirá tal exigencia al proyecto: le demandará “un edificio singular”. El mercado corporativo y el mercado político reclaman cada vez mayor sensacionalismo, y ahí están las ciudades, transformadas en auténticos showrooms de la “arquitectura fantástica”.

La arquitectura sensacionalista no es más que un instrumento del marketing político y empresarial. Forma parte de los operativos publicitarios de la administración pública y de los especuladores privados, normalmente entrelazados. Y la consagración de los autores con el rango de “máximos exponentes de la cultura arquitectónica actual” no es sino el mecanismo mediante el cual se lo inviste de autoridad cultural para que así puedan legitimar los operativos de sus clientes, encubriendo un carácter contracultural. […]

El paisaje urbano es “planeado” desde los despachos de los especuladores y legitimado desde el poder político como “desarrollo”. A resultas de ello, el denostado urbanismo decimonónico, sería hoy un instrumento revolucionario.”1

Desde la óptica de estudiante de arquitectura de grado, inmerso en los diseños ficticios, concebidos desde una ciudad real construida por todos, asumí el valor del concepto de región y contexto como naturaleza de la buena arquitectura, de hoy y siempre, así como también lo es la función. La Arquitectura debe ser útil y estar en armonía (no necesariamente física, va más allá de esto) con el contexto urbano, natural, social, cultural en definitiva.

Alimentemos el medio y a través de ello nuestro ego de manera superadora, y no por oposición y contraste, lo cual sería un denotador de nuestra simple y rasa capacidad de conceptualización y acción proyectual, con el debido respeto que debemos a los lugares y la historia. No sólo somos hacedores sino revalorizadores, no somos manipuladores de formas en un tablero de damas gigante. La ciudad no es nuestra, la vida de sus habitantes menos.


1 – Chávez, Norberto, El Diseño Invisible – Siete lecciones sobre la intervención culta en el hábitat humano- Editorial Paidós 2005 – Capítulo 4 La Primacía del Contexto, páginas 81 y 82.

Autor: Arq. Nicolás Bertola



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