ARQUITECTURA CRITICA

Proyectos, Obras y Documentos de Arquitectura Contemporánea

Comenzando por elegir correctamente nuestra alimentación diaria, podría ser una excelente contribución a una ciudad más saludable, más ecuánime y más sustentable a la vez. Pero ello por ahora, está muy lejos del pensamiento común de los habitantes de las grandes metrópolis del siglo XXI. Nos encontramos actualmente profundamente inmersos en una "sociedad de consumo", completamente subyugada por las nuevas modas de consumo masivo, como son, la televisión, la telefonía celular, Internet, los centros comerciales y el famoso Fast Food. Me detendré precisamente a analizar en este artículo, el tema especifico de la comida rápida y su relación con la ciudad moderna.

La comida rápida, nacida a comienzo del siglo XX es llamada en inglés "Fast Food", pero debería llamarse por su verdadero nombre, "Junk Food" comida basura en español. Su principal característica es no producir alimentación alguna, solo se encarga de producir costumbres globales relacionadas con una "vida basura". Este tipo de alimentación incrementa en gran medida el consumo irracional del automóvil y de los grandes centros comerciales por citar algunos ejemplos. La comida chatarra (Hamburguesas, Hot Dogs, Pollo frito) basa gran parte de su elaboración en productos derivados de animales, lo que conlleva a la necesidad de producir inmensas plantaciones de soja que son mayoritariamente para la alimentación del ganado. A su vez, se genera con ello, consumos extremos de agua solo para alimentar maquinas y animales que serán deglutidos por nosotros mismos en un futuro cercano. Además de ello, incentiva aún más la extracción y el consumo del petróleo aumentando la cantidad de vías de infraestructuras de transportes necesarias para barcos y camiones.

El Slow Food1 es un movimiento internacional creado a mediados de la década del 80' en Italia, el cual basa su manifiesto en promover la difusión de una nueva filosofía formada por la valoración del gusto y el conocimiento del placer de las comidas regionales, contraponiéndose rotundamente a la globalización de los gustos y la pérdida de las tradiciones gastronómicas locales. El símbolo del movimiento justamente es el caracol, emblema de lentitud, que permite enfocar y ser consientes de cómo y en que invertimos nuestro tiempo. Ha nacido como respuesta y como acción de protesta contra los hábitos desenfrenados y la vida vertiginosa del "Fast Life" de nuestros tiempos modernos, que ha modificando nuestra vida, continúa amenazando nuestro medioambiente y ha distorsionando completamente el paisaje natural.

Podemos ver en la configuración de ciudades como Dubái o Las Vegas (ciudades hiper artificiales), donde se expanden muy rápidamente y la mayoría de sus inversiones justamente provienen del petróleo y de las multinacionales (empresas automotrices) que se aprovechan de los recursos del riquísimo continente africano, abuzando de él a nivel de agotar todos sus recursos no-renovables. ¿Y qué es precisamente lo que se busca generar con ello? Solo ciudades a-históricas, totalmente dependientes y sin producción de ningún tipo, solo en busca de la producción de ciudades-ejemplo del consumo extremo. En dichas ciudades-consumo, la comunicación entre ciudadanos en espacios sociales y públicos, como en espacios de compartimiento familiar al aire libre o en silencio de contemplación no se producen. Los espacios al exterior, donde se deberían efectuar el trabajo del cuerpo y de la mente no se generan, ni hablar de espacios que produzcan comida básica mediante huertos urbanos o cooperativas vecinales, algo totalmente indispensable para el futuro desarrollo de las ciudades en los años venideros.

Al ser humano en el último siglo lo han alimentando a base de todo tipo de residuos, generando en su defecto o mejor dicho, en su defecación más residuos, que son visibles mediante diferentes enfermedades y trastornos psicológicos que se produjeron en el último siglo. Es un círculo vicioso, donde el consumo de todo prevalece, sin permitir el mínimo tiempo para caminar o reflexionar de nuestra actividad diaria. Ya no existen más las plazas para pensar y compartir reflexiones con otros ciudadanos como las antiguas ágoras griegas. Para contrarrestar esta paupérrima alimentación, adoptemos el buen ejemplo que implementó Dinamarca en estos días, un impuesto a las grasas2 y artículos azucarados como gaseosas y golosinas, habiendo prohibido ya en el pasado los productos con grasas transgénicas. ¿Tendremos que llegar a prohibir alimentos?

Una alternativa espacial posible, sería pensar nuevos espacios para que los ciudadanos generen una ciudad más contemplativa y reflexiva, una ciudad más joven de espíritu, sin barreras arquitectónicas, sin preponderar el auto sobre el peatón, ni barreras visuales o autopistas que cerquen guetos y dividan barrios, los cuales son los verdaderos muros de separación y las barreras de seguridad. El automóvil no debería ser el causante de la división de nuestras regiones dentro de las ciudades, la ciudad debería demarcar su territorio mediante la concentración o dispersión de sus diferentes usos y funciones. Citando un ejemplo concreto, para la villa olímpica de los juegos de invierno en Vancouver (2009), se propuso un nuevo barrio donde cada edificio pudiese tener su propio huerto y los árboles en las calles fueran frutales ¿suena muy utópico? ¿Es preferible dejar a un elemento tan poco humano y antisocial, como el automóvil, decidir cuáles son los límites de nuestras regiones? Creo que ese fue el gran error moderno, algo que el siglo XXI deberá tener que adoptar como objetivo fundamental a resolver.

El "buen consumo", debería ser el de nutrirse de espacios energéticos, con nuevas situaciones y esplendidas visuales del paisaje exterior, como a su vez, de una alimentación básica más sana. Una solución rápida, podría ser aumentar la cantidad de mercados de frutas y verduras dentro de las ciudades para debilitar el consumo de tanto envoltorio plástico y para evitar que se continúen propagando los mega-supermercados y centros comerciales y a la vez con ello, disminuir el uso irracional del automóvil. También se podría incentivar a una vida urbana comunitaria, menos dependiente de cosas y objetos personales, y más dependiente en la diversidad de alimentos y de espacios sociales. Creo firmemente que hay que luchar por un continuo fortalecimiento del espacio público que se encargue de mejorar las infraestructuras para un transporte público ejemplar, privilegiando además ciertas regiones para un cultivo comunitario.

Hemos llegado a un punto tal de concentración y densidad dentro de las ciudades modernas que la orientación, iluminación y ventilación, elementos básicos para una buena calidad de vida, pasaron a ser hechos anecdóticos, algo que ha sido prioritario tan solo en los comienzos del siglo XX. Parecería que a nadie le importa si un edificio genera sombra sobre el vecino o sobre la calle misma, no hay tiempo para pensar en eso, hay que seguir construyendo. ¿No deberían cumplirse las restricciones de alturas o en su defecto, realizar estudios detallados de la repercusión que generan las sombras sobre el espacio de todos? Propongo enérgicamente comenzar por lo menos a reflexionar en busca de las diferentes alternativas que se centren en generar más luz urbana, más vida social y menos consumo basura, menos dependencia mecánica, y con ello, seguramente menos enfermedades.

Autor: Arquitecto Bryk Uriel

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1 Movimiento Slow - http://movimientoslow.com/es/filosofia.html
2 Artículo publicado en la sección iEco del diario Clarín el 17.10.2011



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